El auge conservador

Redactado por: Julian Calvo
19-06-20

La relativa cercanía histórica de una guerra civil. y ese carácter nuestro tan latino, orgulloso y colérico, hacen especialmente difícil ser más prácticos y menos viscerales a la hora de orientarnos políticamente hacia mejores derroteros, siendo tal división un auténtico obstáculo para salir de toda crisis.

Quizás, con la complicidad de los informadores y de los medios, juzgamos la Historia reciente con poca objetividad y con demasiada pasión y prejuicio, lo que hace inevitable por ahora que no sea posible la templanza, por ser tan cierto que la izquierda está ligada al socialismo de Marx, como que se le adjudique a la derecha la herencia franquista. como si todo aquello hubiese pasado ayer sin un ápice de evolución.

Para colmo, en 2004, bajo el horror y la consternación del atentado del 11-M, al tercer día , contra todo pronóstico y bajo un clima de agitación y confusión. sale elegido el socialista Zapatero que inicia un periodo de nefasta involución en la izquierda española, empleándose a fondo en reabrir esa herida ya cerrada en 1978, promoviendo una lectura sectaria de la contienda civil, que hasta hoy no ha aportado nada ni al progreso ni a la estabilidad social. Algo que ya se cuestionan las nuevas generaciones a quienes les importa un comino lo que sucedió hace 84 años porque sus problemas – y los de todos – están más bien en el presente y en el futuro. Y ese obsesivo rencor al pasado no encaja ya en las perspectivas de una persona joven, como tampoco creo que les interese donde pueda estar enterrado Franco. Si acaso alguno quiere investigar, hay hemeroteca y bibliografía para aburrir al sentido común,

Es más fácil que sepan apreciar el admirable espíritu de la Transición donde con enorme esfuerzo, generosidad y sentido cívico, todo quedó perdonado de mutuo acuerdo para iniciar el camino correcto hacia la buena convivencia bajo la Constitución que nos une en la justicia.

Para rematar la faena de Zapatero, a primeros del presente año, Sánchez forma una coalición con una minoría radical anti-española y de extrema izquierda, despreciando la estabilidad de un consenso mucho más amplio y representativo con los conservadores moderados, poniendo en serio peligro el equilibrio del país en todos los ámbitos. Sin duda gran parte del su electorado socialista de buena fe, está profundamente decepcionado sin decir ni pío, tragándose los acontecimientos con una pinza en la nariz, porque saben que son corresponsables de la que han liado.

 El choque social ha venido avivándose para fragmentar a la ciudadanía convirtiendo la vieja lucha de clases socialista en políticas identitarias territoriales, generacionales, sexistas, de género… que convierten la dinámica social en una estéril lucha mediática y callejera.

Seguir incidiendo sobre vergonzosos episodios de odio cainita, sin duda es el error en que una y otra vez viene cayendo la izquierda más que la derecha, que cada vez menos entra al trapo de la provocación, y que se viene sacudiendo esa timidez provinciana frente al supremacista discurso de la izquierda que todo parecía saberlo con una autoridad moral y unos humos que achantan al más pintado, pero el mito se desmorona cuando se contrastan datos, se evidencian falsedades y se percibe que fallan como cualquier mortal.

La derecha española, por su parte cada vez más desacomplejada y fiel a lo que siempre fue aceptado como bueno, posee la sensibilidad solidaria, medioambiental y animalista que la izquierda se adjudica en exclusiva, solo que lo ejerce con menos ruido y redes sociales. También es más tolerante al credo, la sexualidad, los hábitos, el nivel social y la condición de cada quien, porque cada vez más vive y deja vivir sin sacar las cosas de quicio, y esto es muy de agradecer, sobre todo porque permite un escenario más plural, libre y sosegado. Ya no vive de prestado, goza de pleno sentido democrático y posee una sólida identidad intelectual, atributos que históricamente también venía auto adjudicándose en propiedad la izquierda. Además que han puesto esos valores al servicio del bien común, algo mucho más útil que usarlos para enfrentar a esa diversidad que debe de aprender a convivir, no a imponerse por las bravas.

Los conservadores, por otro lado, se han cansado de cargar sambenitos y han superado ese miedo a la desaprobación, a la estigmatización y al linchamiento mediático, han aprendido a responder con serenidad, a esquivar los golpes y estrategias revolucionarias, a ser más razonables, respetuosos y precisos que sus rivales y sobre todo han incidido sobre los puntos que unen a los españoles contrariamente a lo que hace la izquierda, que se apoya en grupos minoritarios radicales antisistema, secesionistas y hasta procedentes del más sanguinario terrorismo, dejando en evidencia que la última intención progresista es el interés personal de sus líderes, por encima del carisma (incumplido) de sus doctrinarios que blindan sus privilegios mientras sus votantes van tirando con promesas, va engordando la deuda nacional y se asienta la partitocracia y el clientelismo. Y eso le ha restado buena parte de esa credibilidad, en decadencia desde 1977. Un socialismo radical que sigue sin entender que cuando se habla del adversario hay que hacerlo con respeto, porque es el que te hace progresar y porque es tu compañero de trabajo con quien tienes que sacar adelante el pedido de tus votantes, que en resumidas cuentas es la paz y la prosperidad. 

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